viernes, 8 de abril de 2011

el problema actual del hombre y la naturaleza

No me cabe la menor duda de que el problema existe y es de unas dimensiones hasta el momento desconocidas. Simplemente observando en nuestro entorno podemos detectar cambios profundos en el medio que nos rodea. Densos bosques que hace no más de veinticinco años eran recorridos por ríos y arroyos y estaban poblados de animales, son hoy yermas montañas que se transforman en desierto a velocidad vertiginosa. Especies que convivían con nosotros, han emigrado a otro lugar o simplemente han desaparecido. Pueblos que no pueden beber de sus aguas por la contaminación de sus acuíferos derivada del uso abusivo de agroquímicos. Si hacemos caso de los datos que nos suministran los medios de comunicación, la dimensión del problema se acentúa: destrucción de la capa protectora de ozono, cambio climático, peligrosa contaminación de la atmósfera y de los mares, accidentes nucleares de consecuencias dantescas y un incremento alarmante de enfermedades degenerativas y otras de origen desconocido.
Piensan algunos que hablar del tema, planteándolo de forma cruda y directa, no implica su solución sino, en todo caso, un incremento del miedo y de la alarma social. A fin de cuentas puede mirarse el mundo de otra manera, con unos ojos más positivos, como si aquello que no se ve en primer término, aunque se estén padeciendo sus consecuencias, no tuviese realidad.
Precisamente esa actitud está en la base del problema y responde a un modo de entender la vida que ha provocado una peligrosa e inmensa destrucción.

Antecedentes
Si nos remontamos a los orígenes judeocristianos de la moderna y laica sociedad industrial, comprobaremos las interminables disputas y discusiones sobre la naturaleza de la ley. Prácticamente desde los primeros siglos del Cristianismo, las sociedades que estaban bajo su influencia vivieron una profunda contradicción entre los distintos ámbitos de aplicación de las normas. Ha sido fenómeno común la coexistencia, en una misma sociedad, de distintos criterios para establecer las leyes en ámbitos diferentes. Por un lado, una Ley Positiva que fija los límites del comportamiento social, dibujando el marco de relaciones interpersonales de los ciudadanos. Es el caso de los Códigos Civiles inspirados básicamente en el Derecho Romano. Por otro, una Ley Administrativa, que regula las relaciones de propiedad e intercambio de bienes, y que ha ido adaptando sus pautas a la evolución de las estructuras de poder.

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